lunes, septiembre 24, 2007

WILD STRAWBERRIES

Suena el despertador. Olvide anular la alarma. La rutina no mueve mis sábanas hoy. Porque hoy es Domingo. La fabrica tendrá que esperar un día más para engullirme. El calor de la cama me anima a relajar mi sexo pensando en cuerpos que alguna vez estuvieron sobre mi piel.

Un segundo timbre en el móvil me despierta del todo. ¿He olvidado algo?. Lisa. Otro paréntesis de tiempo. Quiere verme. Me recuerda el contrato que una vez tuvimos e hipoteca mi respuesta bajo el fácil chantaje emocional, la trampa del ser moderno. Cuando encontrar comida era vital y el sexo sólo placer físico todo debía parecerle sencillo al cazador Neanderthalensis. Ahora todo es cable de fibra óptica conectando celdillas de hormigón y pladur, y el sexo es una letra de cambio en forma de mamada o de mal sexo de segunda cita.

No me ducho. No me cepillo. No me afeito. Recupero del suelo la ropa que aún huele a la macrodiscoteca de ayer. Ideal para conseguir que el encuentro sea breve. No quiero dar pena. Quiero resultar repulsivo. Un leproso. Alejar lo más posible a Lisa. Alejar tentaciones. Debilidades. Lo nuestro superaba el aburrimiento de Chéjov. Largo, doloroso. Sin risas.

Podría haber sido peor de no ser porque en la cama siempre decía obscenidades de las que había escuchado en las películas pornográficas que heredé de mi hermano en plena adolescencia. Lo primitivo siempre me ha atraído por lo distante. Y no todas las tías se ponen tan vulgares cuando están en plena faena. Eso animaba el escaso valor argumental de nuestra relación.

A pesar de ello, todo cansa con el paso del tiempo. Otra condena del ser humano, sumergido en la vorágine de la falta de tiempo, la desgana y la pereza. Costaba mucho trabajo estar juntos. Muy fácil dejarlo. Para los dos. Busco las llaves del coche y las de casa. Me calzo las Vans. Miro el espejo del recibidor. Tengo ojeras. Perfecto. Cierro.

Y mientras espero al ascensor intento buscar una buena razón por la que no recordé a Lisa esta mañana mientras me masturbaba entre las sábanas.

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Ben Harper - Waiting on an Angel / Manu Chao - Me llaman calle

lunes, septiembre 17, 2007

RESPONDIENDO A TU PREGUNTA

No lleva la hebilla del cinturón bajo el ombligo. No me había fijado antes en ese detalle. Siempre va sentada cuando la veo. Hoy no. Hoy iba de pie. La hebilla está desplazada hacia su derecha. Descansa sobre una cadera en la que nunca había reparado hasta esta mañana. Es perfecta. Como su respiración. Rítmica, pausada, suave. Distinta al aglomerado de nervios que inunda hoy el vagón. Mucho estudiante creyendo estar jugándose un futuro [Espejismo]. El futuro está ya más que fijado por las multinacionales que harán de ellos unos completos y globalizados anónimos, con hipotecas que les esclavicen, y necesidades adictivas e inexistentes, convertidas en vitales gracias a la maquinaria imparable de la publicidad. Pero no es necesario que lo sepan aún. Son felices. Yo también hice exámenes.


Cada tres días lleva un libro distinto. Deduzco que es más rápida que yo leyendo porque estoy con Deseo de Elfriede Jelinek desde el lunes pasado. Demasiado tiempo. No hay sintonía.


Anoto mentalmente los títulos que pasan por sus manos desde que observé que compartíamos la forma de subrayar los libros. Portaminas Faber-castell, marca-páginas a modo de regla improvisada y la habilidad para subrayar en movimiento. Hay libros en los que sólo he subrayado una frase. Pero esa frase vale el libro entero. En serio. Ella ha empezado la semana con Trabajo de campo de Rachel Seiffert. Ha subrayado mucho. ¿He sentido envidia o deseo?. No reconozco el límite que los diferencia. Y menos cuando me he dado cuenta que ella miraba mi libro.


Es un instante. Siempre es sólo un instante. Nuestros ojos se cruzan. Y vuelvo a hacerme la pregunta de siempre.

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Leonard Cohen - Please don't pass me by (a disgrace)

miércoles, septiembre 05, 2007

UNA LLANURA ES UN DESIERTO (Nevada-Albacete)

Tan distantes como los desconocidos que se sientan en ambos lados de un banco metálico al pasar los tornos de la estación de RENFE. Tu última visita me dejo tan jodido como estaba. No ha servido de nada el tiempo y la distancia. No han servido para nada las charlas tecleadas y los tropiezos en otros cuerpos que quisieron suplantar al tuyo. Seguimos igual. En el mismo punto que lo dejamos. En el final. No aprendemos. A pesar de que pongamos los medios.


Lo que pasa es que no nos queremos y basta.

Si, será eso.

Entonces, ¿lo dejamos?

¿El qué?


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¿Han probado a llevar los cascos puestos pero con el reproductor apagado?. La gente se siente protegida por la música que creen escuchas y se sueltan, hablan como si no estuvieras presente. Como si realmente no estuvieras allí. No es como llevar gafas de espejo de esas que se pusieran de moda tras Top Gun y que han vuelto al mercado por necesidad de sacar al mercado un stock que había quedado relegado a la segunda línea de cajas de cualquier almacén en Vietnam de Sun planet o Ray-ban. Con los cascos no eres una amenaza. Los secretos seguirán siéndolo, El mensaje sólo llega hasta la persona al otro lado del móvil, y el adolescente no se averguenza de balbucear palabras de amor a su pareja. El pedido de juguetes eróticos para el Hollywood center, la falsificación de una firma en una petición de pensión alimenticia, la discusión absurda por un anillo que ha perdido el color y el valor. Rutinas.

Me siento un violador. Algunos no sobrepasan los decibelios del susurro. ¿Lo peor? me gusta. Quien sabe, tal vez mañana lo vuelva a hacer. Me fijaré en todos los que llevan cascos. Cuestión de contraespionaje.

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Retomo esta noche la canción que corté en el andén Bob Dylan - One of us must know (sooner or later)